2019-01-26

El discurso de Kazuo Ishiguro para aceptar el premio Nobel

El año pasado leí por fin una novela del famoso escritor Kazuo Ishiguro a quien tenía en mi lista de lecturas pendientes desde hace años. Las novelas que quería leer no estaban disponibles en la biblioteca - había una larga lista de espera para el libro "Never Let Me Go" ("Nunca me abandones") pero sí había una novela, titulada en inglés "The Buried Giant" ("El Gigante Enterrado") la cual me intrigó y por eso la pedí prestada, pero en realidad no le entendí bien. Creo que fue muy artística o sutil para poder apreciarla mejor y también fue distinto a lo que esperaba.

Sentí que no estuve a la altura de esa novela, pero no perdí mi curiosidad de saber o leer más de su obra y cuando volví a buscar otra novela de él, sin suerte, me encontré con un escrito de él relativamente breve pues se trata del discurso que él dio  durante la ceremonia para recibir su Premio Nobel de Literatura el 7 de diciembre del 2017. El discurso, titulado: "Mi velada con El Siglo veinte - y otros pequeños descubrimientos" fue algo que sí entendí fácilmente y me gustó bastante.

Me doy cuenta de que el hecho de que su discurso me fuera más fácil de entender es un ejemplo más de lo cierto que es el famoso refrán de Marshall McLuhan: "el medio es el mensaje".

Al preparar esta nota, hallé el discurso completo traducido al Español (y otros idiomas) por la Fundación Nobel y la Academia Sueca, disponible al público. La versión en Español está en: Kazuo Ishiguro – Discurso Nobel - https://www.nobelprize.org/prizes/literature/2017/ishiguro/25148-kazuo-ishiguro-discurso-nobel/  - además está la versión original en Inglés.

También hallé ésta foto que hay de él en Facebook, tomada de su perfil (hace 4 años):

Kazuo Ishiguro - Enero 5, 2015

La versión que leí en el libro digital fue en inglés y con un poco más de contenido, pues incluía esta muy breve nota biográfica acerca del autor (la cual traduzco): 
"Kazuo Ishiguro nació en Nagasaki, Japón, en 1954 y llegó a Inglaterra a la edad de 5 años. Sus ocho obras de ficción han sido galardonadas con muchos premios y honores en el mundo, incluyendo el Premio Nobel y el Premio Booker. Su obra se ha traducido a más de 50 idiomas. The Remains of the Day y Never Let Me Go fueron adaptadas con éxito al cine. Ishiguro también escribe guiones y letras de canciones. Él vive en Londres con su esposa e hija"

La nota biográfica, aunque es muy breve, me dejó con varias preguntas lo cual me envió a otra serie de búsquedas y hallé algunas respuestas. 

1. ¿Qué guiones ha escrito? Dos mencionados en varias fuentes son "The Saddest Music in the World", película canadiense, dirigida por Guy Maddin del 2003 y protagonizada por Isabella Rosellini, la cual quise ver cuando salió en el cine, pero fue otro de los muchos filmes que se me han escapado y que ahora regresa a mi lista para ver en el futuro. Y "The White Countess" película inglesa de Ivory Merchant y James Ivory, del 2005, con muchos artistas reconocidos: Ralph Fiennes, Natasha Richardson, Lynn Redgrave y Vanessa Redgrave, la cual se me pasó por completo (otra más a mi larga lista para ver algún día)

2.  ¿Qué canciones llevan su letra? Un artículo de John Freeman (muy bueno, por cierto) dice que su primer formato al escribir fueron letras de canciones cuando era estudiante, pero más recientemente, en Wikipedia dan una lista de canciones que él ha escrito para la cantante de jazz Stacey Kent, quien a su vez tiene muchos premios y excelentes críticas. Ishiguro ha escrito letras que ella ha cantado desde el 2007 al 2017. Interesante colaboración. Otra referencia más para descubrir buena música de jazz (que tanto me gusta).

3. ¿Nació en la ciudad de Nagasaki o en la prefectura de Nagasaki? ¿sus papás son de Nagasaki o de los alrededores? Estas últimas preguntas me dan mucho qué pensar, pues sus padres vivieron en Japón durante la Segunda Guerra Mundial y muy probablemente fueron testigos del horror que debe haber sido el bombardeo estadounidense de la ciudad y de su país, por no decir la más devastadora bomba atómica. Pero no tengo detalles más precisos fuera de que él es de Nagasaki.

Volviendo al tema del discurso, éste inicia así:
"Si alguno de ustedes se hubiera cruzado conmigo en el otoño de 1979, habría tenido algunas dificultades para ubicarme, socialmente e incluso en el ámbito racial. Yo tenía entonces veinticuatro años. Mis rasgos eran japoneses, pero a diferencia de la mayoría de los hombres japoneses que se ven hoy en día en Gran Bretaña, llevaba una melena hasta los hombros y bigote largo y caído de forajido. El único acento discernible en mi modo de hablar era el de alguien criado en los condados del sur de Inglaterra, con alguna que otra incorporación de lánguidos y ya obsoletos coloquialismos de la época hippy. Si hubiésemos entablado una conversación, habríamos hablado del Fútbol Total de los holandeses o del último elepé de Bob Dylan, o tal vez del año que yo había pasado trabajando con personas sin hogar en Londres."
Me sorprendió ver que había ciertos puntos en común con mi vida, pues también me interesaba el futbol holandés (sobretodo por  el futbolista Johan Cruyff) y Bob Dylan, además de tener la misma edad en aquel entonces, que fue cuando llegué a estudiar una maestría en Toronto.

En cuanto a sus padres y su niñez, él describe lo siguiente:
"Había llegado a Inglaterra a los cinco años, con mis padres y mi hermana, en abril de 1960, a la ciudad de Guildford, Surrey, en la próspera “zona residencial de los corredores de bolsa”, a cincuenta kilómetros al sur de Londres. Mi padre era investigador científico, un oceanógrafo que había venido a trabajar para el gobierno británico. Y por cierto, la máquina que inventó hoy forma parte de la colección permanente del Museo de la Ciencia de Londres.
Las fotografías tomadas poco después de nuestra llegada muestran una Inglaterra ya desaparecida. Los hombres visten jerséis de lana con cuello en pico bajo los que asoman corbatas, los coches todavía llevan estribos y una rueda de recambio a la vista en la parte trasera. Los Beatles, la revolución sexual, las protestas estudiantiles, el “multiculturalismo” estaban a la vuelta de la esquina, pero resulta difícil de creer que la Inglaterra con la que se encontró mi familia siquiera lo sospechase. Encontrarse con un extranjero procedente de Francia o Italia ya era algo remarcable, no digamos a un japonés."

Las fotos de mi ciudad natal de ese entonces muestran también una ciudad que ya desapareció.  Y de igual forma, en esos años haber conocido a algún extranjero que viviera en la ciudad era algo notable. Las únicas personas "de fuera" que conocía eran estudiantes de mi alma mater, por lo general, gente de América Latina.

Me hubiera gustado saber que su papá inventó una máquina para poder verla cuando tuve la oportunidad de visitar el Museo de la Ciencia en Londres (lo cual disfruté inmensamente). Por fortuna, el sitio web del museo tiene un artículo en donde describe no sólo ese aparato, sino la historia acerca de su desarrollo. Ésta es la foto del Sr. Ishiguro con su invento (del artículo mencionado):

Shizuo Ishiguro con su máquina del Mar Norte - © National Oceanographic Centre South Hampton 

Fue interesante leer en su discurso algunas de las costumbres con que se le educó en Inglaterra. Como él dijo:
"Para entonces ya tenía toda la preparación necesaria para saber cómo se suponía que debían comportarse los chicos ingleses de clase media de esa época. Cuando iba de visita a casa de un amigo, sabía que tenía que ponerme en pie en cuanto entraba un adulto en la habitación; aprendí que durante una comida debía pedir permiso para levantarme de la mesa. Al ser el único chico extranjero del barrio, me perseguía una suerte de fama local. Los otros niños sabían quién era antes de conocerme. Adultos a los que no había visto en mi vida se me dirigían por mi nombre en la calle o en la tienda del pueblo.
Cuando evoco ese periodo y recuerdo que habían pasado menos de veinte años desde el final de la Segunda Guerra Mundial en la que los japoneses habían sido sus acérrimos enemigos, me sorprende la actitud abierta e instintiva generosidad con que fue aceptada nuestra familia por parte de esa comunidad inglesa normal y corriente. El afecto, respeto y curiosidad que sigo teniendo por esa generación de británicos que superaron la guerra y supieron construir un nuevo y notable estado del bienestar durante la posguerra proviene en gran medida de mis experiencias personales durante esos años."

El último párrafo me recuerda la anécdota que mi papá ha compartido con la familia acerca de la amabilidad que una pareja de ingleses (dueños de un pequeño hotel) tuvo con él durante uno de sus viajes de trabajo a Europa. Al empezar ese viaje (en donde iba a visitar fábricas en Alemania e Inglaterra) la aerolínea le perdió su maleta al llegar a Dusseldorf. Allí tuvo oportunidad de comprar un par de pantalones y otras cosas indispensables pues sólo tenía la ropa con la que había viajado. De allí viajó a Inglaterra, todavía sin su equipaje, para llegar a hospedarse en un suburbio de Liverpool. Tuvo la mala suerte de que la costura del pantalón se le deshizo y al día siguiente iba a una junta en una compañía y debía ir bien vestido. Él le preguntó al dueño del hotel a donde llegó, a dónde podía ir para que le arreglaran el pantalón y el señor le dijo que no había ningún problema, que su esposa se lo cosería y lo dejaría arreglado (lo cual hizo). Mi papá preguntó que cuánto sería, contento de que no tendría que salir a buscar a alguien que hiciera el trabajo y el dueño no le aceptó nada por eso y con toda amabilidad le ayudaron. No sólo eso, además, como tampoco tenía un saco para ir vestido más formalmente, él le ofreció prestarle el suyo, pero mi papá no lo pudo aceptar, pues le quedaba muy grande, pero esos detalles de cortesía y amabilidad siempre los ha recordado.  Esa generosidad que menciona Ishiguro la vivió también mi papá.

Lo que menciona acerca de la literatura de fines de los '70s y sus primeros escritos fue bastante interesante:
"Fue en esa habitación donde revisé de forma meticulosa los dos cuentos que había escrito en verano, preguntándome si serían lo bastante buenos para someterlos al juicio de mis compañeros de clase... La verdad es que no eran muy buenos. De modo que empecé a escribir un nuevo cuento sobre un adolescente que envenena a su gato, ambientado como los otros en la Gran Bretaña actual. Y de pronto una noche, durante mi tercera o cuarta semana en esa pequeña habitación, me sorprendí escribiendo, con una nueva e insistente intensidad, sobre Japón, sobre Nagasaki, mi ciudad natal, durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial.
Debo decir que fue algo que me pilló por sorpresa. Hoy en día, el clima dominante es tal que resulta instintivo para un joven aspirante a escritor con una herencia cultural mixta explorar en su obra sus “raíces”. Pero entonces no era ni mucho menos así. Todavía faltaban algunos años para la explosión de literatura “multicultural” en Gran Bretaña. Salman Rushdie era un desconocido con una única novela descatalogada. Si hubiéramos pedido una lista de los novelistas británicos más importantes del momento, la gente habría mencionado a Margaret Drabble, y entre los escritores de más edad a Iris Murdoch, Kingsley Amis, William Golding, Anthony Burgess y John Fowles. Entre los extranjeros, a Gabriel García Márquez, Milan Kundera o Borges los leía una minoría y sus nombres eran desconocidos incluso para muchos lectores entusiastas."

Creo que en América Latina sí se leía a los escritores ingleses que él menciona, pero me sorprendió que no se reconociera todavía a Jorge Luis Borges o a Gabriel García Márquez allá. Es una ventaja que el horizonte literario se haya ampliado bastante desde esos años. (Y lo que es más, a los pocos años después de esa época, se le otorgaría el Premio Nobel a García Márquez. Su discurso está también disponible al público y ha sido un placer haberlo encontrado).

El siguiente pasaje del discurso de K. Ishiguro me recordó que todavía quiero leer algo de la obra magistral de Marcel Proust, la cual ha estado en mi lista de libros por leer desde hace décadas, pero  la cual he pospuesto por no estar segura de hacer la inversión de todo el tiempo que necesitaría dedicarle al mismo.
"En esa época, un virus me obligó a pasar varios días en la cama. Cuando quedó atrás lo peor y ya no estaba el día entero dormitando, descubrí que el objeto duro cuya presencia entre las sábanas me había estado molestando todo el rato era un ejemplar del primer volumen de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Y ya que lo tenía a mano, me puse a leerlo. Quizá contribuyese el que todavía tenía fiebre, pero el hecho es que me quedé obnubilado por el arranque del texto y las partes dedicadas a Combray. Las leí una y otra vez. Aparte de la absoluta belleza de esas páginas, lo que me entusiasmó fue el modo como Proust hacía que un episodio llevase al siguiente. La ordenación de los acontecimientos y escenas no seguía la lógica de la cronología, ni la de una trama lineal. En lugar de eso, eran las asociaciones tangenciales de los pensamientos, o los caprichos de la memoria, los que parecían arrastrar a la escritura de un episodio al siguiente. A veces me preguntaba: ¿por qué la mente del narrador ha colocado juntos estos dos momentos en apariencia inconexos? Y de pronto descubrí una manera interesante y más libre de escribir mi segunda novela; un planteamiento que enriquecería las páginas y ofrecería movimientos internos imposibles de capturar en ninguna pantalla. Si podía saltar de una situación a la siguiente siguiendo las asociaciones mentales y el vaivén de los recuerdos del narrador, podría escribir de un modo similar a como un pintor abstracto distribuye formas y colores en el lienzo. Podría colocar una escena de hacía dos días junto a otra de veinte años antes, y pedirle al lector que reflexionase sobre la relación entre ambas. Empecé a pensar que de este modo podría sugerir las múltiples capas de autoengaño y negación que envuelven la visión de cualquier persona acerca de sí mismo y su pasado."

Aparte de que tengo esa tarea, hay otra que fue mucho más corta y que ya logré terminar, pues al leer lo que él escucha en la canción "Ruby's Arms" de Tom Waits, fue una recomendación de mucho peso en mi caso (y leyendo algunos de los comentarios en el video no fui la única que siguió la pista). Como diríamos en Español, "en gustos se rompen géneros", y a mi gusto, lo que él explica acerca de la canción fue más evocador para mi que la canción en sí:
"Y, como he dicho, ahí estaba yo en nuestra casa una noche, en el sofá, escuchando a Tom Waits. Y Tom Waits empezó a cantar una canción titulada “Ruby’s Arms”. Tal vez algunos de ustedes la conozcan. (Incluso me planteé cantarla para ustedes, pero al final he cambiado de opinión.) Es una balada sobre un hombre, probablemente un soldado, que ha dejado a su amada dormida en la cama. Es muy temprano por la mañana, recorre una calle, toma un tren. No hay nada extraño en lo que hace. Pero la canción se nos presenta a través de la voz de un hosco vagabundo americano, poco acostumbrado a revelar sus emociones más profundas. Y llega un momento, hacia la mitad de la canción, en que el cantante nos dice que se le rompe el corazón. Ese momento es conmovedor casi hasta lo insoportable por la tensión que se establece entre ese sentimiento y la enorme resistencia que sin duda ha debido vencer para confesarlo. Tom Waits canta ese verso con una catártica magnificencia, y uno percibe cómo toda una vida de estoicismo de tipo duro se desmorona ante la avasalladora tristeza.
Escuchando a Tom Waits me di cuenta de lo que le faltaba a mi novela. Tiempo atrás, sin reflexionarlo, había tomado la decisión de que mi mayordomo inglés mantendría sus defensas emocionales, que se las apañaría para ocultarse tras ellas, de sí mismo y del lector, hasta el final. Pero de pronto comprendí que tenía que modificar esta decisión. Solo durante un instante, hacia el final de la historia, en un momento que debía elegir con sumo cuidado, tenía que hacer que su armadura se resquebrajase. Debía permitir que debajo de ella se vislumbrase un vasto y trágico anhelo."

Fue muy revelador leer que el final de la novela "Los restos del día" cambió debido a esa canción. Y como él mismo describe, ciertas canciones o música tienen un considerable efecto en su forma de escribir. Esto explica también su inclinación para escribir letras de canciones:
"Debo añadir que en varias ocasiones más he aprendido lecciones cruciales de las voces de algunos cantantes. Y me refiero aquí menos a las letras que cantan y más al modo en que lo hacen. Como sabemos, una voz humana que canta una canción es capaz de expresar una mezcla inconmensurablemente compleja de sentimientos. A lo largo de los años, aspectos concretos de mi escritura han recibido la influencia de, entre otros, Bob Dylan, Nina Simone, Emmylou Harris, Ray Charles, Bruce Springsteen, Gillian Welch y mi amiga y colaboradora Stacey Kent. Al captar algo en sus voces me he dicho a mí mismo: “Oh, sí, es esto. Esto es lo que necesito atrapar en esa escena. Algo muy próximo a esto.” A menudo es una emoción que no puedo expresar en palabras, pero que está ahí, en la voz del cantante y que me ha proporcionado un objetivo hacia el que dirigirme."
En cuanto a su proceso de creación, me pareció muy interesante lo que comenta en cuanto al desarrollo, no sólo de personajes de 3 dimensiones, sino de relaciones definidas en forma tridimensional y cómo esto ha cambiado su proceso de creación al escribir:
"... pensé en la famosa distinción de E.M. Forster entre personajes tridimensionales y bidimensionales. Según él, un personaje en una narración se convertía en tridimensional en virtud de que nos “sorprendiesen de manera convincente”. Era así como se transformaban en “redondos”. Pero qué pasaba, me preguntaba yo, si un personaje era tridimensional y todos los que lo o la rodeaban no lo eran. En otro momento de esas conferencias, Forster utilizaba una imagen humorística, la de extraer la trama de una novela con unos fórceps y sostenerla en alto, como un gusano retorciéndose, para examinarla bajo la luz. ¿No podía yo llevar a cabo un ejercicio similar y sostener bajo la luz las varias relaciones que atravesaban cualquier narración? ¿Podía hacer esto con mi propia obra, con las narraciones que había terminado y las que estaba planeando? Podía examinar, por ejemplo, esa relación mentor-discípulo. ¿Aporta algo profundo y original? ¿O ahora que la observo con detenimiento se hace evidente que es un aburrido estereotipo, idéntica a las que se encuentran a cientos en novelas mediocres? O esa relación entre dos amigos competitivos, ¿es dinámica? ¿Transmite una reverberación emocional? ¿Evoluciona? ¿Sorprende de manera convincente? ¿Es tridimensional? De pronto sentí que entendía mejor por qué en el pasado varios aspectos de mi trabajo habían resultado fallidos, pese a haberles aplicado remedios desesperados. Me vino a la cabeza la idea –mientras seguía contemplando a Barrymore– que todas las buenas historias, no importa lo radical o tradicional que sea el modo en que se cuentan, deben incorporar relaciones que nos importen; que nos conmuevan, nos diviertan, nos irriten, nos sorprendan. Tal vez en el futuro, si prestaba más atención a las relaciones, mis personajes ya cuidarían de sí mismos.
Se me ocurre mientras cuento todo esto que tal vez esté explicando cosas que para ustedes son desde hace mucho tiempo absolutamente obvias. Pero lo único que puedo decir es que fue una idea que a mí me llegó sorprendentemente tarde en mi vida de escritor, y ahora la veo como un punto de inflexión, comparable con los otros de los que les he estado hablando hoy. Desde entonces empecé a construir mis historias de un modo diferente. Por ejemplo, cuando escribía mi novela Nunca me abandones empecé desde el principio planteando la relación del triángulo central, y a partir de él las otras relaciones que se iban desplegando."

Ya muy cerca del fin de su discurso, lo que menciona es algo de lo cual también tristemente me he percatado:
"Y así llegamos al presente. Hace poco me he dado cuenta de que llevaba unos cuantos años viviendo en una burbuja. Que no había sido capaz de percatarme de la frustración y las preocupaciones de mucha gente a mi alrededor. Me he dado cuenta de que mi mundo –un lugar civilizado y estimulante, repleto de personas irónicas y liberales– era en realidad mucho más pequeño de lo que me había imaginado. El año 2016, marcado por sorprendentes –y para mí deprimentes– acontecimientos políticos en Europa y en Estados Unidos, y de nauseabundos actos de terrorismo por todo el planeta, me obligó a admitir que el imparable avance de los valores liberales que había dado por garantizado desde mi infancia podría haber sido una mera ilusión.
...
Pero ahora, al echar la vista atrás, la época que surgió de la caída del muro de Berlín parece marcada por la autocomplacencia y las oportunidades perdidas. Se ha permitido que crecieran enormes desigualdades –de riqueza y oportunidades– entre países y dentro de los mismos países. En particular, la desastrosa invasión de Irak de 2003 y los largos años de políticas de austeridad impuestas a la gente corriente después de la escandalosa crisis financiera de 2008 nos han llevado a un presente en el que proliferan ideologías de ultraderecha y nacionalismos tribales. El racismo, en sus formas tradicionales y en sus versiones modernizadas y maquilladas, vuelve a ir en aumento, revolviéndose bajo nuestras civilizadas calles como un monstruo que despierta. Por el momento parece faltarnos una causa progresista que nos una. En lugar de eso, incluso en las ricas democracias occidentales, nos estamos fracturando en facciones rivales desde las que competir a cara de perro por los recursos y el poder."

Comparto por completo la preocupación que él expresa para el futuro cercano:
"Y a la vuelta de la esquina –¿o ya hemos doblado esa esquina?– tenemos los retos a que nos enfrentan los impresionantes avances de la ciencia, la tecnología y la medicina. Las nuevas tecnologías genéticas –como la técnica CRISPR de manipulación genética– y los avances en Inteligencia Artificial y robótica nos traerán asombrosos beneficios que salvarán vidas, pero también pueden crear bárbaras meritocracias parecidas al apartheid y desempleo masivo, incluido el de las actuales élites profesionales."

Por fortuna, el final de su discurso se vuelve optimista de que algo positivo resulte de esta etapa, si se lograra llevar a cabo su visión, no sólo en el campo literario, sino como me gustaría a mi ver, en todos los proyectos humanos:
"Pero permítanme concluir haciendo un llamamiento, si quieren, ¡mi llamamiento del Nobel! Es difícil arreglar el mundo, pero pensemos al menos en cómo podemos mejorar nuestro pequeño rincón, el rincón de la “literatura”, donde escribimos, leemos, recomendamos, criticamos y damos premios a los libros. Si pretendemos tener un papel relevante en este futuro incierto, si pretendemos obtener lo mejor de los escritores de hoy y del mañana creo que debemos ampliar nuestra diversidad. Y lo digo sobre todo en dos aspecto concretos.
En primer lugar, debemos ampliar nuestro mundo literario para incorporar muchas más voces procedentes de más allá de las zonas de confort de las elitistas culturas del primer mundo. Debemos buscar con más energía para descubrir las gemas de lo que hoy siguen siendo culturas literarias desconocidas, tanto si los escritores viven en países lejanos como si lo hacen en nuestras propias comunidades. Y en segundo lugar: debemos poner mucho cuidado en no resultar en exceso estrechos o conservadores en nuestra definición de lo que es la buena literatura. La próxima generación llegará con todo tipo de nuevos y en ocasiones desconcertantes modos de contar historias importantes y maravillosas. Debemos mantener la mente abierta ante ellos, en especial en lo que respecta al género y la forma, para poder apoyar y aplaudir a los mejores de ellos. En unos tiempos de divisiones peligrosamente crecientes, debemos escuchar. La buena escritura y la buena lectura derribarán barreras. Debemos incluso encontrar una nueva idea, una gran visión humanista, alrededor de la que congregarnos." 


2019-01-22

Razones de este blog

Desde que me puse la meta de leer más libros (una de mis "resoluciones" del año 2018) he leído más a menudo, aunque no tanto como lo hacía décadas antes.

Ahora inicio este blog para tratar de capturar lo que me parece más importante o interesante de los libros que leo. La razón de hacerlo en un blog, en vez de hacerlo como lo he hecho siempre (subrayando las partes que me llaman la atención y a veces hasta escribiendo algo en el margen) es que he optado por leer libros electrónicos (libro digital o ciberlibro) para no seguir añadiendo más libros a nuestra colección (la cual temo no correrá con buena suerte cuando me muera). Además, al crear estas notas de los libros que voy leyendo, adoptaré uno de los Aforismos de G. C. Lichtenberg que más me han gustado: "Leer es pedir prestado; crear algo de lo que uno ha leído es la forma como uno paga sus deudas".

Otro tema relevante en este espacio, pero que me haría divagar de mi objetivo aquí, es la comparación de los dos tipos de lecturas: analógica (o sea en libro físico) contra la digital (o el e-book como se le conoce en Inglés).

Dado que los libros que estoy leyendo en forma digital los he pedido prestados de la biblioteca pública de Toronto, no me queda nada de ellos cuando los "regreso" por así decirlo. Y eso me incomoda mucho pues mi memoria nunca ha sido muy buena y no va mejorando. Después de un tiempo, se me ocurrió que sería bueno tomar fotos de los pasajes que me gustaban de estos libros y al hacer esto, el siguiente paso lógico fue agrupar estas fotos para poder acceder a ellas sin mucho problema y de allí fue donde nació la idea de este blog.

Ya llevo un año tratando de leer más y aunque no he logrado mi objetivo ideal, sí he leído más que hace mucho y tengo muchas fotos de textos subrayados que quiero empezar a organizar. Por lo que aquí empezaré, mirando hacia atrás: los libros que leí en el 2018. Ese será el inicio efectivo de este blog.